miércoles, 24 de abril de 2013

¡ANIMO CATEQUISTA!




Querido/ catequista:
Me dirijo a ti, catequista en una comunidad cristiana de cualquier lugar de esta querida Palencia. Te lo han dicho muchas veces, pero te lo vuelvo a decir: tú eres una pieza clave en el engranaje de la comunidad. Tu labor es muy importante y hay uno que “ve en lo secreto” toda tu labor… ¡Ánimo!
Más adelante te enviaré otra carta con las actividades programadas para este trimestre, pero mientras, te envío esta reflexión tan bonita de Álvaro Ginel. Creo que puede ayudarte y servirte.

«A ti te toca “hacer la fe y la teología audible, papilla para principiantes”. Tú tienes que traducir al lenguaje de los niños y adolescentes o de los jóvenes y adultos fórmulas de fe que son muy “espesas”. Lo haces buscando comparaciones, poniendo ejemplos que te salen de la vida. Unos escriben libros gruesos. Tú tienes que decir lo básico de la fe y lo tienes que decir de manera que no se te aburran los miembros del grupo.

El catequista que sueño

·               Un catequista que sabe dar razón de su fe no sólo porque sabe cosas que ha leído, sino porque, además, narra la fe que vive.
·               Un catequista que tiene experiencia de vida cristiana. Esta experiencia exige una determinada edad. Hay realidades humanas que llegan con los años, se viven cuando es “el tiempo”. Es verdad que el Espíritu de Jesús hace maravillas y hay santos de 14 años. Pero “ser joven” no es una carta credencial para ser catequista o para entender a los niños y a los jóvenes. Hay educadores, catequistas, fundadores, santos que eran el encanto de los niños y de los jóvenes. Lo central para ser catequista no es la pregunta ¿cuántos años tienes?, sino la madurez humana y cristiana que el catequista ha adquirido.
·               Un catequista que se sabe encontrado por Dios y que encuentra a Dios en la Palabra, en la vida, y en la acción pastoral que realiza. Porque se siente encontrado por Dios y porque sigue encontrando a Dios en la palabra, en la oración, en la vida, en la reflexión y estudio es capaz de poner a otros en camino para dejarse encontrar y para que encuentren a Dios. Si, estamos en un momento en el que no nos podemos referir a lo que hicieron con nosotros, tenemos que tener cierta capacidad de reflexión, de búsqueda, de ir a las fuentes de la tradición eclesial. No inventamos desde cero, sino en el contexto de una tradición eclesial que nos precede y que ha pasado muchas historias tan difíciles o peores que la nuestra.
·               Un catequista que es maestro. La palabra maestro aquí la entiendo en un sentido muy amplio: maestro de vida. Para vivir no nos basta tener muchas cosas en la cabeza. Tenemos que tener la cabeza bien amueblada, al menos con lo esencial. Pero tenemos que saber vivir. Una madre, un padre, un director espiritual, un acompañante es el que nos alienta y nos ayuda a vivir, sobre todo en esos momentos en que “tenemos la teoría”, pero no sabemos hacerla práctica. Un acompañante no hace el camino a nadie, pero da pistas para que cada uno haga su camino. Un maestro no da por hecho que se ha llegado a la meta, sino que da perspectiva y señala que queda mucho por hacer.
·               Un catequista que sea comunicador. “La finalidad de la formación (del catequista) busca, por tanto, que el catequista sea lo más apto posible para realizar un acto de comunicación” (DGC 235). Un catequista que sienta “celo” por anunciar el Evangelio hoy a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que son los que son, que son como son, aunque puedan ser de otra manera, y a ello les llevará el Evangelio. Un buen comunicador ayuda a personalizar, establece relaciones cercanas y personales con el otro, sabe que el trabajo no se acaba en el grupo; la persona tiene que asumir como suyo lo que se dice para todos.

No te asustes

Ya sé que ahora mismo tienes más ganas que antes de decir: “Pues yo lo dejo porque no doy la talla ni la daré”. El susto es una cosa corriente en todos los que son llamados por Dios para una tarea en la comunidad. Basta que pienses en los profetas. Lo normal es el miedo, la excusa... Si tienes miedo y  dices: “mira que soy como un niño y no sé hablar” (Jer 1,6), te diré que esa es casi una razón para seguir en la brecha. Lo de Dios es un poco misterioso siempre. Nos pide formación, profundidad, y al mismo tiempo, nos urge a que no nos creamos que “las cosas de Dios” se transmiten cimentadas en técnica. La evangelización es obra, sobre todo, de Dios, no nuestra. Cuando la hacemos tan nuestra que Dios no interviene, pues la cosa se acabó.
Es Él quien pone palabras en nuestra boca cuando nosotros nos ponemos en sus manos y somos, como María, disponibles para el Señor que nos llama».

Aunque un poco largo, creo que merece la pena leerlo y meditarlo. No lo hagas deprisa.
Aprovecho esta carta para animar a los catequistas de confirmación a que inviten a sus chavales  en la participación de la XVIII Peregrinación a la Trapa, cuyo programa ya conocéis.
Un abrazo, con cariño.



                          Mª Lourdes Caminero

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